jueves, 19 de junio de 2008

Al Borde del Desborde

De día de vez en cuando llovizna y por la noche siempre llueve. Hace viento y mi sombrilla se rompe, se dobla y yo me mojo.

Hong Kong es una selva subacuática urbana. Entre los edificios crecen parques, parches de selva subtropical al borde del desborde. Todo al borde del agua; una península que da unas islas tan humedas que no deja respirar, que solo queda nadar en vez de caminar.

De día llovizna, de noche llueve, pero la gente se transporta a pie por los puentes peatonales techados, se recorre todos los Nuevos Territorios sin tener que alzar la mirada al cielo nublado una sola vez.

Camino a raz de tierra, camino a raz de rascacielos, por el subsuelo. Qué abuelerías, eso de limitarse a ser terrestres. Aprendimos a vivir en medio del agua, que rompe, que flota, que cae. Que desgasta las fachadas, que erosiona el progreso descarado que formó a Hong Kong y lo desgasta hoy y lo reinventa cada día.

Hong Kong: el Capitalismo no es neutro. O es divino o es horrible. O se es rico o se es pobre. Y yo a Hong Kong ya no lo quiero.

miércoles, 18 de junio de 2008

Mareo de Proa

Hoy hizo sol. Tiene que ser una señal. Hoy va a ser un buen día. Lo presiento. Tiene que ser.

Me hospedo en un baño con una cama incrustada, por esa visa, por mi Chinese Dream. Regatié con Pakistaníes por un cuarto Calcutense con jabón usado y televisión Nepalense. Pero no, yo me quedo con mi celda impecable de baldosas blancas y brillantes, mi catre/comedor/escritorio/closet, gracias.

Shenzhen es como un Pereira Miamesco (dicese, con parentesco a Miami) y los Shenzheneros hablan como hopitas mexicanos, con un cantadito pueblerino que alarga sus vocales perezosamente. Me sonó tan extraño ese hablado en el aeropuerto que sinceramente pensé que el policía al que le pregunté cómo llegar a Hong Kong se burlaba de mí (¿Xiaang Gaang sheeenme diiifaaaanngg...?)

Nunca superé lo feo que me sonaba el Cantonés. Dos tonos más, combinaciones de vocales diferentes, me parecieron más gritones y extraños que los chinos a quienes sentía ya conocía muy bien, los del Norte, mi gente, los Beijingren.

Hasta físicamente los diferenciaba al mínimo detalle. Rasgos más simiescos, si me disculpan, narices más achatadas, más alargadas, más aplastadas. Labios más amplios y protuberantes, extremidades más languidas. Más extraños a mí, más lejanos, más incomprensibles aun, si fuera posible.

Me he achinado demasiado. Los siento cerca cuando estoy lejos.

martes, 17 de junio de 2008

Un Último Intento Desesperado

No puede ser. Si mi voluntad lo quiso, ¿mis piernas no quisieron también? ¿Para qué sabotearme el viaje? ¿Ahora qué? No me van a devolver nada, esa platica se perdió.

Él se siente algo mal, no mucho, y por celular se ofrece a pagarme el pasaje pero yo me rehúso. ¿Si al taxista se le hubiera pinchado una llanta, lo hubiera obligado a pagarme el pasaje? Claramente no. Estos son accidentes. Lo entiendo. La única responsable aquí es mi mala suerte. Toda la que tiene él no la tengo yo.

Compro otro tiquete el doble de caro, con mi presupuesto de viaje guillotinado a la mitad. Ya sin lágrimas, espero mi vuelo.

Viajo a Hong Kong, vía Shenzhen, la ciudad fronteriza con China, para ahorrarme más plata. Voy en busca de mi Chinese Dream. Es mi último intento desesperado. Llevo tanto tiempo tratando de sacar la visa para quedarme en Beijing un año más, ya no recuerdo cuánto. Tal vez desde mayo. Todo se complicó por los Olímpicos, y cuando mi visa de turismo expiraba saqué la de estudiante, y esa también expiró después, y luego la de negocios dejaron de darla, y la de trabajo es ridículamente enrevesada. Mi jefe del colegio donde enseño inglés trata de ayudarme, y la amiga de él, y los amigos del novio de mi hermana, y un exjefe de una revista también, pero nadie, nadie puede ayudarme. La única opción, la última oportunidad, es viajar a Hong Kong a sacar una visa de turismo por un mes. Sólo quiero un mes, sólo uno: una semana en Beijing vale por siete en cualquier parte del mundo.

Es ahora o nunca.

La Flota de Shenzhen

Llego al aeropuerto y trato de ver por dónde se coje el famoso bus a Hong Kong. Pregunto, pregunto, y por fin le doy al chino que es. Después de mucho conversar con él (¿Sheeenmee diiifaanngg...?) me monto al bus y resulta que además de ser muy útil es también el mismísimo chofer.

Arrancamos. Me entretengo como solo sé hacerlo, tomandole fotos a los puentes, y cuando presiento se acerca la hora de bajarse, me paro al lado de mi shifu para entrevistarlo acerca de mi porvenir. Trato de preguntarle dónde hay hoteles, ah no, en todas partes, uste fresca! Pero eso no me ayuda mucho. Esta es mi parada, segun él. Me bajo, y aquí, en medio de la nada puedo coger otro bus que me lleva a cualquier lugar de Hong Kong. Hmm, pero yo ni siquiera sé a dónde ir, no sé dónde voy a dormir. No importa, esta es su parada. Adiós.

Adiós mi única ayuda, adiós mi todo.

Llueve placidamente, como un preludio. La angustia empieza a asentarse. Un idioma extraño, otra vez, letreros indescifrables, otra vez. ¿Qué bus, Juliana, cuál? Llueve más, y ya son las cinco de la tarde. Después de media hora me decido a coger el bus de mi destino, aunque no sepa cuál es.

Hong Kong Market

lunes, 16 de junio de 2008

Porque Los Buenos (No) Siempre Ganan

Comienza a ponerse interesante incluso antes de que todo empieze. Él me llevaba al aeropuerto en su moto, lo cual era perfecto porque nos ahorrabamos todo el tráfico de la mañana. Ibamos con tiempo perfecto; él alcanzaba a llegar a tiempo al trabajo, al mismo tiempo que mi vuelo, a las 9 a.m. Eran las 8 a.m.

Velocidad perfecta, entre carro y carro, entre cambio y cambio de carril, en moto todos los semáforos están en verde (en China), aire fresco, brisa matutina -- cuando se va orillando. A un kilómetro del peaje antes del aeropuerto, tal vez 3 kms del terminal -- ¿y este man me va a hacer caminar? Se chifló ahora sí, y en plena autopista. Yo echo pata, soy guerrera, pero tampoco.

Voltea un poco la cabeza, con dificultad por el casco. "Me quedé sin gasolina,"

"¿Nada? ¿Ni un poquito?"

"Nada,"

"¿Y tu trabajo? ¿Entonces? ¿Qué hacemos?"

"No, mi trabajo vale guevo, el problema ahora es como llegas tú a tu vuelo."


¿Echar dedo en la carretera? Nadie para. ¿Coger un taxi en el punto donde estamos, donde todos ya van llenos? Menos.

A caminar. Y rápido. Una con mochila de supervivencia hasta el tope y el otro de saco y corbata. Y la moto parqueadita en un lado, temblando con cada carro que pasa a toda velocidad, esperándolo o a él con gasolina, o a la policía con un parte, el que llegue primero. 8:30 a.m.

Caminamos, caminamos, pero hay que desviarse, cortar camino. Si seguimos por la autopista a pie no llegamos nunca. Hacemos una oreja, pasamos un trancón, a la gente en sus carros que nos mira con curiosidad, como seguramente yo miraría a un par de imbeciles que decidieron irse a pie hasta el mismísimo aeropuerto. Pasamos debajo de un puente, luego una intersección, marchando con un afán que no tiene nombre, pasamos un peaje, y llegamos a otra intersección, pero ésta más de suburbio polvoriento, pueblerino y embarrado.

Él se para a conseguir taxi a un lado de la calle mientras yo cruzo al otro lado, donde unos tipos de overol y pantalón camuflado lavaban una van gris y conversaban.

"Necesito ir al aeropuerto ya, ¿quien va conmigo en ese carro?" y señalo la van que se va a quedar sin su baño. Ya van a empezar a morir de la risa cuando oigo atrás que hay un taxi, que rápido, que me tiro al otro lado de la calle, pero el taxista se arrepiente, uy no, al aeropuerto a esta hora, ni a bala, se va --pero pasa otro, que si me lleva, por favor, el vuelo es a las 9 (son las 8:35), no se puede, es imposible, es imposible -- ¿me monto? móntate, móntate -- es imposible -- me monté.

Arranque, es a las 9, acelere, rápido, toca llegar ya, el vuelo se va ya. Voltea la curva salpicando barro, carretera destapada, llovió ayer y hoy también va a llover. Voltea otra vez, ¿y qué es? un trancón, por supuesto. Traffic, jam, when you're already late. A no-smoking sign. 8:40 a.m.

Mierda.

El shifu no tiene ni idea dónde queda el Terminal 2, le pregunta a 7 personas en un tiempo record de 2 minutos, pero a su mini-afro rectangular, muy chuto y muy tieso, jamás se le mueve un pelo de su puesto.

Le damos dos vueltas enteras, dos vueltas al area de los terminales, hasta que por fin, terminamos por obra y gracia de su milagroso e hirsuto afro, en el Terminal 2. Exactamente uno de esos momentos que uno está viendo los Olímpicos, y el tío dice, "ah, no, pues, con un afán ni el hp yo también podría correr así"? Pues ese fue mi momento.

Corrí como nunca. Corrí como quizás jamás volveré a correr. Para esto se estaban preparando mis piernas desde el principio de los tiempos, este es su momento, el cansancio no existe, las distancias son nada, si mi voluntad puede mis piernas también, subí escaleras eléctricas de a 2, de a 3, salté de a 4, de a 5, esquivé sillas, maletas y pasajeros despavoridos. Corrí, corrí -- y llegué. A las 8:54.

A veces los buenos también pierden. Y yo, perdí mi vuelo.

El Chunking Dream

Pero dentro del bus algo anda mal. El bus anda y anda, sube montañas de selva tropical, por una carretera muy gringa a toda velocidad. Yo quisiera que parara, pero es imposible, esto ya no tiene reversa. Siento que me alejo irremediablemente de mi destino, que el daño es irreparable. Una Hongkonesa en su propio cuento alcanza a dar una mínima señal de extrañeza al verme llorar en mute desconsoladamente. Estás jodida, definitivamente.

Por fin para. Medio reconozco el paisaje. En contra de mis predicciones y peores miedos, sí llegamos al corazón de Hong Kong.

Una estación de metro: alivio. Esto debería ser fácil, esto es como llegar a la oficina. Un aparato como un cajero me dará mi tiquete, le meteré una moneda y me adivinará mi destino, él me dirá a dónde ir ahora, porque yo no tengo ni idea. Causeway Bay, es lo único que reconozco (él me había dicho antes de salir de Beijing, "hostales en Causeway Bay. 100 yuanes.")

Tal vez como llegué por Shenzhen en flota, en un bus como enrazado con trolley de Disney y bus de dos pisos de Londres, nunca caí en cuenta que estaba cambiando de país. Jamás se me ocurrió aquello del cambio a Hong Kong Dollars hasta que fue muy tarde.

Bueno, tres vueltas y 1 hora más cerca a que se oscurezca, y ya estoy lista para montarme a Causeway Bay y encontrar en la puerta de la estación el descanso que tanto me merezco.

No es tan fácil, por supuesto. Más bien llego, y camino por la lluvia, por puentes, por tiendas, hasta encontrar un Café Internet gratis. Aquí "googleo" hostales baratos en Hong Kong y me dice que en Tsim Sha Tsui, al otro lado de la bahía. Para llegar hay que cojer metro, o ferry. Eso hago, camino, camino, busco Chunking Mansions, el más barato que encontré... ese Mansions me da un poco de esperanza.

Encuentro una hermosa fachada, de los años 60 tal vez, con los ventiladores y aires acondicionados por fuera, un edificio como un cuerpo desangrandose con la piel al reves. Pero el primer piso en cambio son tiendas fosforescentes que brillan noche y día. No he tocado el primer escalón de la entrada y 27 pakistaníes, indios, nigerianos, me atacan al tiempo. "I give yoo rrroom missy," pero yo me voy con mi chinese, ella sabe cómo es la vuelta. "100 HKD, no pago un yuan más."

Pues 100 HKD equivalen a una colchoneta en una ducha, aparentemente. Daba calor entonces prendia el ventilador, pero eso era como prender un ventilador dentro de un closet, se armaba una señora corriente que alcanzaba a despeinarme y volarme las tareas, entonces lo apagaba y me asfixiaba, entonces lo prendía, y así una y otra vez.

Y a dormirse ya, pero no antes de bañarse con unas ganas que no he sentido nunca. Hong Kong es sucio, o Tsim Sha Tsui lo es, por lo menos. Los aires acondicionados moquean, todo gotea aun cuando no llueve, y las ventanas como mujeres demacradas con la pestañina regada. Esto no inspira nada. Inspira madrugar para salir de esta madriguera, madrugar a comenzar a tramitar mi Chinese Dream. Mañana es el día.

Acerca de mí

Mi foto
Gainesville, FL, United States
Juliana Jiménez was born in Santa Fe de Bogotá, Colombia. She lived there for 13 years before moving to the U.S., on the 10 am flight on June 20th, 2000. Now she is a Journalism (and Frustrated English) Major and Chinese Minor; a Junior, and anxious about it. She speaks Spanish 89% of her time, English 9% and Chinese 2%. Spanish at home, on the phone, in between classes, in writing, in love. English for Academia and renewing car insurance. Chinese only for text-messages with her Colombian-American-Chinese-Swiss older sister and with her Colombian-American-French-Chinese boyfriend. She lived in Beijing, China for a total of 11 months before she was back-stabbed by the Chinese government.

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