sábado, 21 de febrero de 2009

Los Muertos Viven en Beida


Fue un éxtasis de principio a fin.

La nostalgia me da más duro que nada. Esos sitios, esos objetos, cartas en el piso, poemas en las paredes, son la nostalgia en pasta. Me dan ganas de llorar, me encantan.


Lo que me tostaba
la cabeza era lo que me trataban de decir las cosas que me encontraba. ¿Por qué las dejaron tiradas asi? Todo como a la mitad, tan repentinamente: unas cartas en el suelo, cigarrillos fumados a la mitad. ¿Por qué no terminar ese juego, ese cigarrillo? ¿Cuál era el afán, para ir a hacer qué? ¿A dónde querían ir? ¿O a dónde no querían ir, más bien? ¿Los obligaron a irse, quién? ¿Por qué?

Pero no solamente son preguntas sin ton ni son, es aquí donde se despierta la curiosidad, la mente del espía, del detective. Es un esfuerzo en conjunción, una formula perfectamente concertada, el de usar la imaginación desalmada y la lógica infalible para deducir. Que lo diga Sir Arthur Connan Doyle. O como una escena de CSI, o un montage fotográfico Borgiano; a cada rato esperaba encontrarme un cuerpo putrefacto entre los escombros.


Aquellos sospechosos montículos de pelo tal vez animal en esa cocina derroída verdaderamente no se veían muy reconfortantes. Creo que en ese punto fue que la situación se puso algo inquietante (a falta de mejor palabra castellana, algo como eerie, o uncanny (sólo Freud sabe a qué me refiero)).

Las ocasionales moscas grandes y negras me hacían volar la imaginación. Son típicas de los cadáveres.

Pero en este caso era por los ocasionales montoncitos de mierda.

(Nótese que allá no hay animales salvajes que se metan a cagar en la mitad de una sala. Además la consistencia, el tamaño, cantidad y color eran inconfundibles. Quién era entonces y qué putas tenía en la cabeza cuando decidió acuclillarse al mejor estilo chino entre un álbum de monas y el forro de una cámara, es lo que hasta el día de hoy todavía me tuesta la cabeza)

O tal vez alguien sí se murió ahí.

Ciertas cosas sí son claras. Alguien muy seguramente hizo el amor ahí. O tuvo sexo, por lo menos. ¿Se vino ella también? O el podría ser impotente. ¿Nacío una persona a raíz de eso? ¿Seguirán juntos? ¿Se querían?

¿O el condón sería de alguien dejando la sucia evidencia de un torrido amorío de ida para a la casa para comer con la familia? ¿Sería ese lugar eso entonces, donde la gente hacía una parada durante el día a dejar los rastros de sus vicios e inmundicias que no concordaban con el orden y la pulcritud del sístema, del juego en el que aceptan ser parte?



Las botellas de vino vacías indican que alguien muy seguramente se emborrachó ahí. ¿Cuántos eran? ¿Serían niñitos? ¿Serían adultos reprimidos como sólo se dan acá en China? ¿Jugarían la versión china de La Verdad O Se Atreve? ¿Alguien se empelotó? ¿Alguien perdió la virginidad?
¿Alguien se suicidó aquí?

Me sentía como una niña ahí adentro. Recuerdo ahora que cuando pequeña me encantaba hacer exactamente a esto, irme a explorar sola. Divagar sin rumbo previo por ahí, sin noción relojerífica del tiempo, por la finca en Cali, la finca en Guasca, pedazos de edificios en construcción, cuartos abandonados. En ese tiempo era todavía más autista, y en sitios así, hablaba mucho sola. Era imposible, como ahora, no ponerse a imaginar indefinidamente con cada cosa que me encontraba. ¿Dónde está esa gente ahora? ¿Se imaginan que tengo frente a mí sus pantalones militares, frente a mí el sofá desmigajado donde jugaron mil juegos, mil noches, a las cartas, saben que mil personas los podrían ver a través de mi cámara? ¿Tienen idea a quién le encomendaron sus recuerdos, su basura, su pasado?




Fuera el condón, las botellas de vino, los poemas, los estickers en alemán o de Dragon Ball Z, todo habla de la vida secreta de la gente, todo llego ahí por una razon. Tal vez no sea una razón magnanima y grandiosa, fatídica y novelesca, pero sin embargo una razón, ya sea una razón idiota y de ínfima importancia.



Congelado en el tiempo, en posicion;
era perfecto, y yo lo encontré, y todavía no me la creo.

Depronto por eso me gusta leer, y aun más escribir, porque esas casas viejas son como esqueletos de libros, estructuras casi vacías que se pueden rellenar con las vidas que queramos.

1 comentario:

a2sojet dijo...

Tengo que leerte mas, nina. Empezemos nuestro plan :)

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Juliana Jiménez was born in Santa Fe de Bogotá, Colombia. She lived there for 13 years before moving to the U.S., on the 10 am flight on June 20th, 2000. Now she is a Journalism (and Frustrated English) Major and Chinese Minor; a Junior, and anxious about it. She speaks Spanish 89% of her time, English 9% and Chinese 2%. Spanish at home, on the phone, in between classes, in writing, in love. English for Academia and renewing car insurance. Chinese only for text-messages with her Colombian-American-Chinese-Swiss older sister and with her Colombian-American-French-Chinese boyfriend. She lived in Beijing, China for a total of 11 months before she was back-stabbed by the Chinese government.

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