domingo, 8 de febrero de 2009

¿Usted También Va a Tsinghua?

Me levanto a las 8 a.m. cuando los negocios empiezan a despertar. Salgo muy rápido. En el consulado chino en Hong Kong un letrero me saluda contándome que necesito el certificado de nacimiento mío y de mi hermana si quiero que ella me “pida.” Esto no va muy bien con mi plan. Ya tenía una supuesta carta de ella, supuestamente invitándome a China y certificando que me podía quedar en su casa.

Estos eran unos de tantos requisitos ridículos que se inventaron a último minuto para tratar de controlar la llegada de tantos waiguoren, tantos extranjeros. Todo para tratar de aparentar un supuesto orden – su obsesión y su mayor virtud – frente al escrutinio internacional que se les avecinaba respecto a sus leyes y su burocracia.

Pues si lo querían hacer lo más gringo posible, lo lograron.

Tendré entonces que hacer el trámite como una vil turista. Tendré (aunque en este momento todavía no lo sé) que ver el letrero digital de letras rojas y satánicas, ipso facto salir corriendo a reservar un supuesto tiquete de vuelta a Estados Unidos, reservar varias noches en un supuesto hostal en Beijing y mostrarles a los duendes sin cabeza del Consulado las pruebas de toda esta farsa.

La reserva de hotel se puede hacer y después cancelar sin pagar, por Internet y con tarjeta de crédito, pero comprar un tiquete de avión es otra cosa más complicada. Tengo que ir a una agencia de viajes, donde pueden hacer una reserva provisional,

--dónde hay agencias de viajes, por supuesto no cerca, sino al otro lado de la bahía, en Kowloon, yo estoy en Tsim Sha Tsui, en el guetto, entonces cojo ferry porque es barato, costos al mínimo ("este viaje no va a existir monetariamente"), busco la agencia, caminando como una endemoniada, esquivando gentes como pasando abuelos en carro por la autopista, las piernas no me dan más, y cómo, si subsisto enteramente de agua, café enlatado (Nescafé, por supuesto) y pan de 7-11, y costos al mínimo, este viaje no existe, esto nunca fue, de aquí salgo con visa, todo va a estar bien, de Beijing me voy en diciembre, van a ver, o por lo menos un mes, nada más un mes, que un mes en Beijing vale por 12 en cualquier parte del mundo. Camino, salto charcos, corro, troto, marcho con paso maratonero, y por fin encuentro la agencia, y -- Niña, quiere pasillo o ventana? Me importa un pito si me quiere sentar en el carrito de los refrigerios, déme esa puta reserva ya, que me cierran el Consulado a las 3 p.m.

Después volver a coger ferry, y yo con este mareo de tierra alborotado, que ferry para aquí, que ferry para allá, que todo se sigue moviendo aún cuando hago fila afuera y rezo pidiendo cacao como sólo sabe hacerlo un ateo.






Pero yo no soy extranjera, no ven, yo soy laowai, extranjera asentada, extranjera enamorada, expatriada entregada en cuerpo, vida, bicicleta y alma a quedarme acá y enseñar inglés a niños, jóvenes y adultos, a documentar y retratar con la verdad sus vidas sencillas pero profundas, vanas y enrevesadas, su sabiduría arcaica, su incoherencia creativa, sus contradicciones esas 自相矛盾 (si ven, ¡hasta sé escribir caracteres! ¡hasta me sé sus dichos y sus historias!), su silencio de catacumba, su bullicio de escarcha escarlata. No ven, escribí en este diario hace unas líneas que Lejos los siento cerca, miren, dije que No los entiendo pero los siento, que el puentecito en Houhai por el que cruzó Marco Polo, las ruinas de una autentica muralla china en Mutianyu, y sentir el libre galope de un caballo salvaje en Mongolia Interior (esa calmada planicie, mi caoyuan) me conmueven hasta las lágrimas ¿y así y todo quieres que me vaya? Yo que te he querido, China, como nadie nunca te querrá, con estas ansias, este ímpetu, que me cerraste tantas puertas en la cara después de que recité versos de ti a todo quien conocía, que por ti deje el Pueblo, mis amigos, mi familia --yo que aun pienso en ti para pasar juntos el resto de mi vida ¿y tú, tú me traicionas así? Si yo estudio en Tsinghua, sí, igual que usted en su jaula de vidrio, el que tiene mi visa y mi futuro en sus manos, la misma Tsinghua donde estudiaron tantos jefes de estado, la que exploré en mi bicicleta oxidada,
donde saboreé su débil sol en un pasto falso de hierbas cortopunzantes, y aun así te amé, China, maldita rancia prostituta traicionera, y aun así, todavía te quiero, y te quiero cerca de mí, porque te llevo adentro, muy adentro.


Pero no soy nada para ti. Ya lo entiendo.


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China me traicionó con los Olímpicos. Los prefirió a ellos que a mí, es claro.

Y yo la entiendo. Era lo mejor para ella. Yo solo quiero que sea feliz. Era, o los Aoyunhui, o inmigrantes bobos enamorados como nosotros. Escogió bien. Pa'fuera todos.



Es sólo que me puede la ironía de que lo que un día me trajo a ti, hoy nos separe.


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Entré a Hong Kong un junio 17 del 2008. Tiempo perfectamente calculado: mi visa en ese momento se vencía el 1ro de julio.

Por enamorada desesperada patetica necesitada y rastrera, no sólo no me dieron visa nueva, además, me quitaron un día.


El 20 de junio, sí, me dieron una nueva visa – pero de 10 días.

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Acerca de mí

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Gainesville, FL, United States
Juliana Jiménez was born in Santa Fe de Bogotá, Colombia. She lived there for 13 years before moving to the U.S., on the 10 am flight on June 20th, 2000. Now she is a Journalism (and Frustrated English) Major and Chinese Minor; a Junior, and anxious about it. She speaks Spanish 89% of her time, English 9% and Chinese 2%. Spanish at home, on the phone, in between classes, in writing, in love. English for Academia and renewing car insurance. Chinese only for text-messages with her Colombian-American-Chinese-Swiss older sister and with her Colombian-American-French-Chinese boyfriend. She lived in Beijing, China for a total of 11 months before she was back-stabbed by the Chinese government.

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