viernes, 29 de febrero de 2008
Y Comienza el Viaje de Vuelta a China
Estoy viendo el mar Pacífico por mi ventana. Eso, por ejemplo, no lo podía hacer ayer. Ahora puedo ver puentes delgaditos a la distancia, justo debajo de nubes como popcorn chicken de KFC que delinean el horizonte.
Cómo amo los puentes -- como por qué, no sé. Tienen algo con mi cámara, como que tienen buena química. Pero la cagué, la metí en la maleta por boba, por hacerle caso a mi mamá, porque eso estorba.
Qué gueva yo no entender que los otros tal vez nunca entiendan. No saben que un momento nunca se repite. Nunca. Nunca más veré esas líneas estirarse en diagonal, atravesando una foto que nunca tomé, dividiéndola, dos espacios individuales como cuadros dentro de cuadros. No entienden que tomar una foto es entender que esto que tengo al frente no se repite: en un segundo el sujeto se mueve, cambia, envejece, habrá una luz diferente, y el fotógrafo también cambia, también envejece, y esa foto se va del todo, y así, todas las fotos son fotos de la muerte.
Baja un avión justo en frente de nosotros. Esperamos muy quietos a que pase para arrancar. Pareciéramos movernos, pero no, es la vibración del motor, de las turbinas. Afuera, todo brilla bajo el sol metálico de California. Pasa un Jumbo 747 detrás de nosotros. Estamos rodeados.
Ahora un mimo nos da instrucciones de cómo usar una máscara de oxígeno. En realidad es un chinese que se disfraza sin saberlo. El mimo nos dice como actuar en caso de emergencia y a mí eso solo me produce miedo. Qué va, me produce es risa. Ese mimo disfrazado de aeromozo no puede aspirar a inspirar sino eso. Como Chukie, o como nave espacial de película barata que descontrolada vibra sin moverse.
Y ahora sí, aceleramos. Amo este momento. Nunca sentirás velocidad como esta. Lo alargo lo más que puedo, estiro este instante más, un poco más… y se eleva. Y yo, a estas alturas de la historia, después de un segundo o un siglo de vuelo, estoy en el aire y no me la creo.
Horas después, en mi ventana: blanco sobre blanco. Montañas en el fondo, no muy afiladas pero lo suficientemente altas porque todo lo que se ve es blanco sobre blanco. Acá no se sabe si el hielo se adentra en la tierra o es al revés, porque están a la par. Parece que se hubiera regado helado de cookies n cream por todo lado y se estuviera derritiendo con el calor del sol de un día que no tiene horas. Como es vuelo transpolar para mí ni amanece ni oscurece. Como para alborotarnos un poco más el jetlag que nos espera.
Directamente abajo ya no hay montañas, sino ríos blancos, bajo nubes de espuma casi líquida que pareciera muy quieta y pacífica. Pero esa no es la realidad, porque debajo de esa niebla densa, allá, ese blanco sobre blanco no perdona. Ese blanco es blanco muerte, allá abajo solo vive la fuerza del viento contra la nieve.
En cambio yo aquí, lo tengo todo. Tengo mi cobijita robable y mi mesita retráctil, y en mi ventana todos los estados del agua: en la humedad del aire que la raspa a toda velocidad, en las pequeñas gotas que se adhieren al vidrio y en los cristales de hielo que se forman a medida que subimos, sin que lo notemos en nuestra quietud y tibieza aquí adentro.
Me empaqué a Siberia en mi mochila, la que me acompaña a todas partes y que tengo desde que te conozco. Ahora los cristales en mi ventana brillan por un segundo, un píxel de mil colores que se derrite con el sol que ahora golpea al avión de lado. You’re probably wondering -if the flight is ever going to end -and the good news is -we’ll be landing in Beijing in about 10 to 15 minutes -1:35 p.m., local time -clear skies and a temperature of -1 C...
Y todavía no me la creo. No me la creo que ese azafato no se dé cuenta que fue la burla de la tripulación, que yo haya estado flotando en el aire por 13 horas, que haya hecho que esto de China pasara. No puedo ignorar lo inverosímil.
Pero ya llegué, aquí estoy, ya han pasado varias semanas y el itinerario fue el siguiente: Beijing - Hong Kong - Shenzhen - Guilin - Yangshuo - Shanghai - Beijing.
El equipo consistía de 4 integrantes: Valentina "Valeriana" Jimenez, (también conocida como “Mamá”) o sea mi hermana, con 30 años más que yo, disfrazados en 3 y medio; Carolina "Meiguanche", su mejor amiga y nuestro cartero; Andrés "Meiyou", el novio de la amiga de la hermana; y aquí, Hui Di, tu corresponsal, hasta ahora reportándose pero siempre presente.
Cómo amo los puentes -- como por qué, no sé. Tienen algo con mi cámara, como que tienen buena química. Pero la cagué, la metí en la maleta por boba, por hacerle caso a mi mamá, porque eso estorba.
Qué gueva yo no entender que los otros tal vez nunca entiendan. No saben que un momento nunca se repite. Nunca. Nunca más veré esas líneas estirarse en diagonal, atravesando una foto que nunca tomé, dividiéndola, dos espacios individuales como cuadros dentro de cuadros. No entienden que tomar una foto es entender que esto que tengo al frente no se repite: en un segundo el sujeto se mueve, cambia, envejece, habrá una luz diferente, y el fotógrafo también cambia, también envejece, y esa foto se va del todo, y así, todas las fotos son fotos de la muerte.
Baja un avión justo en frente de nosotros. Esperamos muy quietos a que pase para arrancar. Pareciéramos movernos, pero no, es la vibración del motor, de las turbinas. Afuera, todo brilla bajo el sol metálico de California. Pasa un Jumbo 747 detrás de nosotros. Estamos rodeados.
Ahora un mimo nos da instrucciones de cómo usar una máscara de oxígeno. En realidad es un chinese que se disfraza sin saberlo. El mimo nos dice como actuar en caso de emergencia y a mí eso solo me produce miedo. Qué va, me produce es risa. Ese mimo disfrazado de aeromozo no puede aspirar a inspirar sino eso. Como Chukie, o como nave espacial de película barata que descontrolada vibra sin moverse.
Y ahora sí, aceleramos. Amo este momento. Nunca sentirás velocidad como esta. Lo alargo lo más que puedo, estiro este instante más, un poco más… y se eleva. Y yo, a estas alturas de la historia, después de un segundo o un siglo de vuelo, estoy en el aire y no me la creo.
Horas después, en mi ventana: blanco sobre blanco. Montañas en el fondo, no muy afiladas pero lo suficientemente altas porque todo lo que se ve es blanco sobre blanco. Acá no se sabe si el hielo se adentra en la tierra o es al revés, porque están a la par. Parece que se hubiera regado helado de cookies n cream por todo lado y se estuviera derritiendo con el calor del sol de un día que no tiene horas. Como es vuelo transpolar para mí ni amanece ni oscurece. Como para alborotarnos un poco más el jetlag que nos espera.
Directamente abajo ya no hay montañas, sino ríos blancos, bajo nubes de espuma casi líquida que pareciera muy quieta y pacífica. Pero esa no es la realidad, porque debajo de esa niebla densa, allá, ese blanco sobre blanco no perdona. Ese blanco es blanco muerte, allá abajo solo vive la fuerza del viento contra la nieve.
En cambio yo aquí, lo tengo todo. Tengo mi cobijita robable y mi mesita retráctil, y en mi ventana todos los estados del agua: en la humedad del aire que la raspa a toda velocidad, en las pequeñas gotas que se adhieren al vidrio y en los cristales de hielo que se forman a medida que subimos, sin que lo notemos en nuestra quietud y tibieza aquí adentro.
Me empaqué a Siberia en mi mochila, la que me acompaña a todas partes y que tengo desde que te conozco. Ahora los cristales en mi ventana brillan por un segundo, un píxel de mil colores que se derrite con el sol que ahora golpea al avión de lado. You’re probably wondering -if the flight is ever going to end -and the good news is -we’ll be landing in Beijing in about 10 to 15 minutes -1:35 p.m., local time -clear skies and a temperature of -1 C...
Y todavía no me la creo. No me la creo que ese azafato no se dé cuenta que fue la burla de la tripulación, que yo haya estado flotando en el aire por 13 horas, que haya hecho que esto de China pasara. No puedo ignorar lo inverosímil.
Pero ya llegué, aquí estoy, ya han pasado varias semanas y el itinerario fue el siguiente: Beijing - Hong Kong - Shenzhen - Guilin - Yangshuo - Shanghai - Beijing.
El equipo consistía de 4 integrantes: Valentina "Valeriana" Jimenez, (también conocida como “Mamá”) o sea mi hermana, con 30 años más que yo, disfrazados en 3 y medio; Carolina "Meiguanche", su mejor amiga y nuestro cartero; Andrés "Meiyou", el novio de la amiga de la hermana; y aquí, Hui Di, tu corresponsal, hasta ahora reportándose pero siempre presente.
jueves, 7 de febrero de 2008
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Acerca de mí

- J. J. Jimenez
- Gainesville, FL, United States
- Juliana Jiménez was born in Santa Fe de Bogotá, Colombia. She lived there for 13 years before moving to the U.S., on the 10 am flight on June 20th, 2000. Now she is a Journalism (and Frustrated English) Major and Chinese Minor; a Junior, and anxious about it. She speaks Spanish 89% of her time, English 9% and Chinese 2%. Spanish at home, on the phone, in between classes, in writing, in love. English for Academia and renewing car insurance. Chinese only for text-messages with her Colombian-American-Chinese-Swiss older sister and with her Colombian-American-French-Chinese boyfriend. She lived in Beijing, China for a total of 11 months before she was back-stabbed by the Chinese government.